viernes, 10 de septiembre de 2010

Un descanso

Me encanta el verano. Prefiero pasarme todo el día sudando como un pollo a tener su piel. Y aunque reconozco que la ropa de entretiempo siempre me ha llamado más la atención, daría lo que fuera por pasar la vida con las piernas al aire.
Estamos en septiembre y acabó mi primer día libre desde junio. Tenía ganas de gastar parte de mis 24 horas de relax para ponerme a pensar un poco que nunca viene mal porque lo malo de vivir a este ritmo es que, a veces, las piernas corren más que la cabeza.

La vida en verano te enseña muchas cosas, casi más que durante los nueve meses restantes de formación académica. Al menos, aprendes a darte cuenta de que hay cosas que no están en los libros y que, sin haberle puesto codos te has aprendido la lección para siempre, sobre todo en terrenos que van más allá de lo profesional.
Cuando se empieza algo nuevo y conocemos a gente diferente, lo primero que se nos pasa por la cabeza son los prejuicios. Si tiene un grano en la frente significa que es tonto, si viste con esos pantalones es un descuidado, si habla demasiado... insoportable. Menudas mentiras. La gente es tan diferente como lo que lo hace serlo, sobre todo, a medida que vamos conociéndola. Poco a poco te das cuenta de que, quien tenía un grano en la frente es más tonto de lo que pensabas, pero aquel que no callaba es la persona más inteligente que conoces y con la que te tomarías todos los días un café. Hasta te compras los pantalones del desalmado.

También se aprende de los cruces de sonrisas. Hay quienes te sonríen porque se alegran realmente de tu presencia, en cambio, sabes perfectamente que otros lo hacen mientras sus músculos faciales no se corresponden con la orden real del cerebro. Yo creo que ambas son fáciles de distinguir y es que el fondo de todo esto tiene que ver con una sencilla cuestión.
Cuando comienzas tu carrera de vida, tanto personal como profesional, te propones ciertas metas susceptibles a los cambios porque nunca sabes lo que puedes encontrar al final, la cuestión es que, mientras caminas hacia tus objetivos y te ocupas a la vez de vivir lo mejor posible (al fin y al cabo es lo que cuenta) te topas con diferentes personas. Unas caminan a tu lado y, en cierto momento, se cruzan en tu vida, se paran a charlar y se van... o puede que vuelvas a encontrarlas en otra etapa para volver a vivir experiencias. Otras deciden quedarse contigo y unirse al paso, aunque a veces tengas que amoldarte a su ritmo de trayecto. Sin embargo, hay quienes, enfrascados en su afán por llegar a la meta pasan cerca para colocar alguna piedra que haga tropezar en los siguientes pasos. Lo triste no es caer al suelo, al fin y al cabo, no hay prisa. La cuestión es que, quien puso esa piedra desperdició tanto tiempo y tantas oportunidades que otros consiguieron llegar primero a la meta.

Una cosa está clara, lo mejor es dejarse de tonterías y disfrutar con lo que uno tiene. Por suerte, el verano no ha terminado diga lo que diga el hombre del tiempo y aunque Madrid o San Sebastián quedan lejos de septiembre, doy lo que sea por que el resto de meses sean como los estivales.



2 comentarios:

  1. ¿Así que prefieres el verano? Jajaja, yo ya estoy deseando que llegue el frío ;P adoro el frío y las cosas frías (como las manos frías de la gente que tiene las manos frías, ¡qué frío!).

    Cada vez es más fácil diferenciar de las sonrisas de esas insonrisas que hace alguna gente en una mueca forzada.

    Disfruta de la última temporada de calor, si el calor te encuentra.

    Un abrazo!

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  2. Una entrada preciosa.
    Y no podría estar más de acuerdo con cada palabra y cada comna que has escrito en ella :)

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