martes, 22 de marzo de 2011

Anécdotas de autobús


 Es de todos conocido que los viajes en autobús de Zamora Salamanca esconden las historias más insospechadas. Pero de eso a que últimamente ocurran tan a menudo hace pensar que, o bien me estoy haciendo mayor como para soportar ciertas cosas, o es que últimamente hay exceso de tontería salvando siempre las anécdotas divertidas. Puede ser, ya son cinco años de experiencia.

Rebeca y yo aún recordamos al acosador del codo. Es un hombre bastante bien vestido pero que se sienta a tu lado para poder tocarte una teta con el codo sin ningún tipo de reparo... lo cierto es que no sé cómo describir la situación pero uno debe imaginarse a un hombre sentado y con una postura tal que los brazos le ocupan asiento y medio. La única vez que me tocó a mí la lotería, su tronco salió disparado hacia el pasillo mientras aproveché el empujó en una curva hacia ese lado. Hizo efecto aunque no llegó a caerse.
El autobús es también una especie de minired social. Las batallas del fin de semana se cuentan sin ningún tipo de cuidado y sin saber si el que está delante es amigo del que te ligaste la noche del sábado. Tampoco importa hablar de viajes o confidencias... 
Para tanta saturación de información que a mí realmente me importa poco, suelo tener los auriculares puestos mientras leo alguno de los libros que nos han mandado para clase o, simplemente, por placer.

Sin embargo, uno de los puntos clave ha sido el de esta tarde. Un señor borracho (y que conste que no lo estoy etiquetando por su aspecto físico porque apenas le vi) se sentó detrás de mí y tranquilamente abrió sus latas de cerveza durante el trayecto. No contento con su almuerzo, el tipo fue recopilando las latas en el hueco de la ventana de su asiento delantero, vamos, el mío. El resultado de tal situación fue un costado de mi ropa con ciertos regatos sospechosos y un olor tal que cualquiera hubiese pensado que volvía de un after.

Prometo hacer una segunda entrega de este maravilloso y salvaje mundo de los autobuses Zamora-Salamanca.

5 comentarios:

  1. Jajajajajaja. Esas historias me suenan. De Ávila a mi pueblo pasa igual, pero vamos, creo que ocurre en toda España. A mi me tocó un borracho también, pero sospecho que acababa de salir de la cárcel, por las cosas que decía... SI yo te contara. :P

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  2. Acabas de recordarme mis trayectos Salamanca-Ourense y Ourense-Salamanca, donde también he vivido curiosas experiencias. Desde un tío que se dormía en mi hombro, hasta un chico viendo videos porno, pasando por una señora que no dejaba de hablarme y por un cani que no paraba de fumar (le apagué el pitillo en sus apuntes de biología).

    Recuerdo que, en varias ocasiones, también hice el viaje que comentas, pero en esos cortos viajes sólo destacaré aquella mañana, en la estación de salamanca, en la que subieron al bus a Zamora dos chicas, una de las cuales pegonaba que había perdido el tanga y las deportivas y la otra las deportivas y la minifalda. Sí, la minifalda, suerte que llevaba mallas.

    Recopila historias, que te leemos encantados. Un abrazo!

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  3. esta bien,te ries un rato.sigue contando historias

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  4. pareces que tienes chispa,me hizo gracia.

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  5. ¡¡¡YO podría contar mil!!! A veces echo de menos esos viajes. En realidad toda la gente del bus de las mismas horas teníamos una especie de "relación invisible", de esas que se comentan en bajito, o que hacen que cuando te cruzas en la calle saludas pensando "este es del Zamora-Salamanca". Todo el mundo conocía a cada uno de los conductores: Luis, que de lo majo que era nos llevaba siempre tarde; "El Patillas", que si lo normal era llegar en 1 hora a Salamanca, llegábamos en 40 minutos sin despeinarnos... ¡qué pequeño era el mundo de Matías del Río! :)

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