Muchas
veces pienso en volver a aquel 24 de junio y revivir cada uno de los
días pasados, pero no merecería la pena desperdiciar futuros
viviendo de lo que ya ocurrió así que, como es usual, lo haré en forma de
recuerdos que si pueden seguir escritos, volveré aquí para leerlos
una y mil veces.
--La
economía en ocasiones se basa en unas cañas de menos que generan
unos euros de más para el ahorro. Eso sin olvidar todo el trabajo
veraniego del que no me he librado y con el que realmente puedo decir que estoy agradecida teniendo
en cuenta la situación actual.--
Las
fiestas de la ciudad a finales de Junio no lograron ser superadas por
aquellas del 2009, pero es gratificante terminar los exámenes con
celebraciones en la calle. Y esos amigos que comienzan sus vacaciones
contigo entre embalses, piscinas y timbas.
Una
llamada que invita a viajar a Portugal a principios de Julio para
revivir momentos únicos, como aquellas noches de suspense entre
luces y sombras de juegos preadolescentes, intentos de pronunciar
palabras lusas, dormitorios comunes y demasiados bailes. Guías que
se convierten en amigos.
La
excusa de conocer lugares es perfecta si una boda es el objetivo. Esa
Granada tan orgullosa, amable y deslumbrante como sus habitantes,
como sus laderas y sus amaneceres a treinta grados, la ciudad en la
que dormir (y lo dice una amante del sueño) es una pérdida de
tiempo. Al Andalus.
El
verano sin visitas estivales de rigor tampoco es lo mismo y mis
London friends fueron la clave para un 2011 que se antojaba ansioso
de una Europeade que hacía tiempo no llegaba. Desde Nothin Hill
hasta el Eye, los días fueron realmente de película. Una película
sin subtítulos al castellano, una forma de reforzar mis
conversaciones anglosajonas que reducen su oportunidad en España, un
paréntesis en el que la comida india tuvo el protagonismo y mis
dotes interpretativas se dejaron claras en Trafalgar Square. Unos
grandes todos los que me acompañaron.
Algunos
amigos me están enseñando lo interesante que puede llegar a
convertirse el mundo del vino y su cultura... y aunque fuese para
dejar de continuar en mi total ignorancia, no quise dejar pasar la
oportunidad de conocer una de las zonas idóneas para los entendidos.
La Rioja. Elciego y sus entramados nos dieron la bienvenida entre
copas con finos taninos y tintes rosados en los bordes. Aunque sigo
sin notar muchas diferencias gustativas, pero eso es debido a mi
tozudez.
La
costa catalana. Barcelona entre frutas, la romana Tarragona, la
atracción de su parque de atracciones y los días grandes de las
fiestas patronales de Nulles, con cenas y sorpresas especiales. El
bar de los mojitos a domicilio y los vecinos ligones de al lado. El
balcón del mediterráneo nos abrazaba con helados giratorios.
Tampoco perdieron protagonismo los gritos eufóricos y unos dientes
resentidos por tanta excitación. Un sheriff para protegerme de los
forasteros. Un camarero que regala entradas y una temperatura
mediterránea del agua que se olvida de mi parte más friolera.
Y
Zaragoza nos mandó pasear por su basílica, tan obligada y fresca.
Aunque hay mediodías en los que las cañas heladas en un callejón
sombrío hipnotizan más que un mausoleo. Mientras el Ebro moría de
sed, los turistas mojaban sus cuerpos en las fuentes.
Julio
decía adiós, pero agosto se frotaba las manos.
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