viernes, 23 de septiembre de 2011

Estío sin hastío (I)


Muchas veces pienso en volver a aquel 24 de junio y revivir cada uno de los días pasados, pero no merecería la pena desperdiciar futuros viviendo de lo que ya ocurrió así que, como es usual, lo haré en forma de recuerdos que si pueden seguir escritos, volveré aquí para leerlos una y mil veces.
--La economía en ocasiones se basa en unas cañas de menos que generan unos euros de más para el ahorro. Eso sin olvidar todo el trabajo veraniego del que no me he librado y con el que realmente puedo decir que estoy agradecida teniendo en cuenta la situación actual.--

Las fiestas de la ciudad a finales de Junio no lograron ser superadas por aquellas del 2009, pero es gratificante terminar los exámenes con celebraciones en la calle. Y esos amigos que comienzan sus vacaciones contigo entre embalses, piscinas y timbas.

Una llamada que invita a viajar a Portugal a principios de Julio para revivir momentos únicos, como aquellas noches de suspense entre luces y sombras de juegos preadolescentes, intentos de pronunciar palabras lusas, dormitorios comunes y demasiados bailes. Guías que se convierten en amigos.

La excusa de conocer lugares es perfecta si una boda es el objetivo. Esa Granada tan orgullosa, amable y deslumbrante como sus habitantes, como sus laderas y sus amaneceres a treinta grados, la ciudad en la que dormir (y lo dice una amante del sueño) es una pérdida de tiempo. Al Andalus.

El verano sin visitas estivales de rigor tampoco es lo mismo y mis London friends fueron la clave para un 2011 que se antojaba ansioso de una Europeade que hacía tiempo no llegaba. Desde Nothin Hill hasta el Eye, los días fueron realmente de película. Una película sin subtítulos al castellano, una forma de reforzar mis conversaciones anglosajonas que reducen su oportunidad en España, un paréntesis en el que la comida india tuvo el protagonismo y mis dotes interpretativas se dejaron claras en Trafalgar Square. Unos grandes todos los que me acompañaron.

Algunos amigos me están enseñando lo interesante que puede llegar a convertirse el mundo del vino y su cultura... y aunque fuese para dejar de continuar en mi total ignorancia, no quise dejar pasar la oportunidad de conocer una de las zonas idóneas para los entendidos. La Rioja. Elciego y sus entramados nos dieron la bienvenida entre copas con finos taninos y tintes rosados en los bordes. Aunque sigo sin notar muchas diferencias gustativas, pero eso es debido a mi tozudez.

La costa catalana. Barcelona entre frutas, la romana Tarragona, la atracción de su parque de atracciones y los días grandes de las fiestas patronales de Nulles, con cenas y sorpresas especiales. El bar de los mojitos a domicilio y los vecinos ligones de al lado. El balcón del mediterráneo nos abrazaba con helados giratorios. Tampoco perdieron protagonismo los gritos eufóricos y unos dientes resentidos por tanta excitación. Un sheriff para protegerme de los forasteros. Un camarero que regala entradas y una temperatura mediterránea del agua que se olvida de mi parte más friolera.

Y Zaragoza nos mandó pasear por su basílica, tan obligada y fresca. Aunque hay mediodías en los que las cañas heladas en un callejón sombrío hipnotizan más que un mausoleo. Mientras el Ebro moría de sed, los turistas mojaban sus cuerpos en las fuentes.


Julio decía adiós, pero agosto se frotaba las manos.

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