En aquella
noche las estrellas parecían más lejanas. Era un lugar oscuro y en
ese mismo momento, el sonido de sus pasos corriendo a toda velocidad
era el único audio que se escuchaba mientras las sombras de su
cuerpo se proyectaban en las paredes. No podía gritar, ni siquiera
respirar fuerte porque cualquier movimiento en falso podría
delatarle, además, ya estaba cerca de aquel callejón oscuro y era
el escondite perfecto. Pero el enemigo ya conocía sus maniobras y en
un descuido, una fría mano comienza a golpear su espalda...
¡¡Ajá te
he pillado, ahora te la velaass!!
Era el turno
de buscar un nuevo juego, pero el sonido de las campanas de madrugada
advirtió a los más pequeños que era la hora de descansar y por eso
corrieron deprisa hacia sus casas, con alguna que otra caída, eso
sí. Y es que aquellas calles traicionaban a los más veloces porque
dejaban en las piernas una marca de recuerdo que se confundía entre
asfalto y arena. Una vez en sus casas, los jóvenes del condado
tomaban las calles con latas y canciones anunciando la llegada de la
celebración. En los hogares, otros se quedaron preparando los
banquetes y sobre todo, la bebida condimentada a base de vino,
cítricos, azúcar y agua para que no faltase en ninguna de las
bodegas ni en las casas de las familias, en esos momentos, nerviosas
por que todo quedase listo.
Y así fue.
Al día siguiente, el sacerdote del lugar preparó la eucaristía
mientras le ayudaban los monaguillos más atrevidos y el coro, que
estaba situado en la parte más alta de la iglesia y que contaba con
diferentes voces e instrumentos para la ocasión, entonó aquellas
melodías que había preparado para los oficios.
Aquel templo
era especial porque se consideraba el monumento más emblemático del
pueblo, de orígenes románicos, pero que muchos conocen realmente
porque un rayo acabó con su torre años atrás. Menos mal que, de
todos los vecinos del poblado, concretamente unos afanosos albañiles
autóctonos se habían encargado de dejarla como nueva, restaurarla y
convertirla en referente de todos los alrededores.
A la hora de
la Santa Misa, toda la aldea vestía de gala. La cuesta empinada que
comunicaba el templo religioso con el centro urbano se convirtió en
una pasarela de encuentros, recuerdos, risas y carreras para contar
todo lo que había sucedido durante un año entero. Y es que, a pesar
de ser un pueblecito situado cerca de la capital, muchos de los
habitantes tuvieron que dejar su casa para trabajar en otros lugares,
por eso, cada año el reencuentro era tan especial, como especiales y
envidiables eran los pocos agricultores que con el trabajo de sus
manos y a la vez, sus nuevas tecnologías, todavía hacían que las
tierras de ese lugar dieran los mejores frutos de la zona del vino,
además los ganaderos habían sorprendido anos atrás a los niños en
esas fiestas, dejándoles correr detrás de unos gurriatos
resbaladizos y cuya captura era la tarea principal solo para ganar un
gran premio que consistía en una bolsa llena de gominolas y dulces.
Durante el
desfile hacia la taberna, antes de comer, un grupo de trobadores
entonaba músicas tradicionales de la comarca y el sheriff dió por
inaugurados los días de El Salvador. Había quienes con un corto y
una tapa podían durar hasta la hora del almuerzo, y quienes
necesitaban tres o cuatro de las grandes para ponerse a bailar y
cantar con aquellos trobadores. Lo que muchos no sabían es que en la
taberna central lo mejor de todo eran las cenas. Su churrasco, sus
brasas y sus pulpos atraían a más forasteros que a los propios
vecinos. Pero aquella no era hora de hablar de cenas, sino de bermús.
Se comentaba por ahí que un cantante llamado el “Rubio” afinaba
muy bien con su single “cocidito madrileño” en sus años mozos.
Para aquellos que no creéis esta leyenda os invito a conocerlo en
Youtube, junto a otro grupo de expertos en ceremonias preparando
limonada que me he encontrado por ahí. Lo bueno sería no invitarle
al concurso de karaoke porque sino tendría garantizado el primer
puesto.
Pero sigamos
con nuestra historia porque en esas horas en las que el sol picaba
con más fuerza, el único alivio era el frescor de las casas donde
echarse una siesta significaba un sueño que duraba horas... también
es cierto que muchos jóvenes preferían bajar al parque y alejados
del pueblo, contarse secretos y poder hacer de las suyas que a la
vista de los padres, no era muy adecuado. Y si el calor mandaba, allí
se montaba la guerra y no precisamente con pistolas sino con globos
llenos de agua que llenaban de colores el suelo. Muchas monitoras y
expertos en el jardín de infancia hacían más divertida la velada
de los más pequeños y es que cuando en un lugar el 50 por ciento de
los ciudadanos son gente menuda, uno debe replantearse si volverse
¿por qué no? un poco niño también.
Las
bicicletas en el pueblo por supuesto que eran para el verano. Un
arsenal de conductores de estas dos ruedas conocía de sobra el
alfoz, desde el camino de la cruz hasta el cruce de la circumbalación
pasando por la laguna de las coronas, la fuente de la Encina o
Fuentesalgadas.
De repente,
una caravana de forasteros comenzó a llenar de furgonetas la plaza
central del poblado. De allí comenzaron a salir un toro de plástico
con motor que se movía como loco, un conjunto de colchonetas llenas
de aire para saltar hasta perder el equilibrio y un cañón con un
líquido extraño que se convertía en espuma que hacía las delicias
de pequeños y no tan pequeños.
Aunque los
que preferían darle duro al coco, de forma distinta a la de aquel
toro de plástico, se batían en duelo en la cantina central. Allí
fluían las cartas sobre la mesa, junto con alguna copita para
mejorar la concentración. Y todos trataban de demostrar su diestra
en las cartas, aunque los altos puestos estuvieran ya cogidos por los
valientes que se concentraban para derrotar a los forajidos de los
pueblos vecinos.
Precisamente
en gran número llegaban también aquellos forasteros que sin pasar
por el centro del pueblo se concentraban con los mozos a las afueras
para retarse, en ese caso, con un balón entre los pies. Todo en un
campo desértico y sufriendo la gota gorda de una tarde de verano.
Mientras
tanto, quienes no se atrevían con el deporte, comenzaban a preparar
sus disfraces para la diversión vespertina.
Los paseos
hasta la escuela eran obligados para los amantes del arte. Las piezas
realizadas por los asociados durante todo un año se exponían a
todos los públicos para conocer los avances, tanto en pintura como
en bordados. También había quien aprovechaba para visitar a los
familiares y amigos. En alguna ocasión, los encuentros eran muy
emotivos, sobre todo cuando a las personas que más se les quiere
habían dicho adiós en los últimos meses y con eso se empezaba una
nueva etapa en la familia que dejaba el paso a las nuevas
generaciones. Pero esos recuerdos siempre eran alegres y con la
esperanza de que desde cualquier lugar, fuera donde fuera, alguien
observaría contento el transcurso de estos días festivos.
Y entre
juegos, reuniones y comida, el cuerpo ya pedía un baile, además, la
limonada estaba dispuesta y la orquesta preparada para el repertorio.
En aquel año se comentaba que la Danza Kuduro era uno de los bailes
más demandados, en cambio, hay quienes preferían Iron Maidem,
Metallica o temas de un tal Nirvana.
Con las
bodegas animadas, las canciones populares también adquirían
protagonismo y los reyes de estas cuevas enseñaban a los novatos
retos de cartas, juegos de palabras y trabalenguas para confundirlos
en cada trago. El estado de quienes salían al exterior era de
notable felicidad en la cara, dispuestos en ocasiones a subir al
escenario y mostrar su talento, bien con los músicos, bien con las
pobres cantantes que sufrían la calorina.
Así
transcurrieron los días en aquel poblado y las celebraciones,
algunas veces con queimadas de los amigos de Galicia y otras con las
comilonas en los merenderos municipales, se pudieron amenizar unas
jornadas inolvidables para muchas de aquellas personas que
simplemente, decidían compartir su tiempo de una forma diferente.
Lo
verdaderamente importante era que cada una de ellas tenía su papel.
Uno de los vecinos más conocidos prestaba año tras año su patio,
situado cerca de la plaza central, con las paredes decoradas y una
larga mesa de tablón para preparar grandes meriendas con amigos.
Cerca de la
iglesia, las vecinas de la zona aportaban su grano de arena limpiando
las telas del templo y cuidando a la vez de sus nietos. Los jóvenes
que vivían aquí organizaban con la comisión la buena marcha de
este lugar, e incluso un par de fotógrafos profesionales y un
realizador de vídeo hubieran sido capaces de reportajear todas estas
ceremonias.
Con el
conjunto de arquitectos, biólogos, médicos y abogados,
dependientes, administrativos, amas de casa y algunos ninis... este
lugar hubiera podido ser una pequeña gran ciudad, que al menos lo
era durante un período de tiempo. Estaba claro que solo unos pocos,
pero con muchas ganas, podrían ser capaces de formar una fiesta que
en otra ocasión y con más afluencia podría ser imposible.
Sólo un
último apunte... parecía ser que el aquel lugar todo lo relacionado
con la gastronomía era el plato fuerte de los festejos, que si arroz
a la zamorana, que si preparo unas tortillas, que si frío unos
pimientos que piquen para bajarlos al merendero...
Lo
importente es agradecer que haya personas que, año tras año tengan
tantas ganas de celebrar las fiestas que animen al resto a apuntarse
y participar. Sino, miren a una servidora que después de haberle
quitado el puesto al pregonero del año pasado no pudo deshacerse de
su trono fijo en el balcón del chupinazo. Ahora bien, aviso que
estas palabras quedan en el aire para que el siguiente valiente las
recoja, se atreva el año que viene y disfrute tanto como yo
mostrándoles todas las sensaciones, puntos de vista y recuerdos que
me trae este lugar.
Día tras
día llegó el final y todo se acabó. No quedaban luces, ni música,
ni encuentros, ni alcohol ni banderines, todo quedó en un bonito
recuerdo que ya esperaban con ansia para el año siguiente... pero
ahora nosotros, quienes estamos aquí tenemos una ventaja: y es que
todo esto que acabo de contaros aún no ha sucedido, es producto de
vuestra imaginación y sólo el entusiasmo de cada uno lo hará
realidad, así que amigos, disfrutad, reíd, vestid de fiesta, bebed
y recordar! porque quedan cuatro días por delante para que todo el
pueblo viva unas fiestas de cuento.
(Pregón fiestas Tardobispo 2011)
(Pregón fiestas Tardobispo 2011)
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