lunes, 15 de marzo de 2010

Mi pueblo en la línea de la primavera

Si hay algo que me gusta de los domingos no sólo es levantarme tarde, sino salir con mi familia de casa, a cualquier parte. La primera afirmación ocurre muy a menudo, pero la segunda apenas la practico, por eso aprovecho todo lo que puedo los días que no tengo que estudiar o hacer trabajos o etcéteras.
Y si hay algo que me puede gustar de los lunes es que puedo escribir en mi blog sobre los domingos...

Os enseño Tardobispo, mi pueblo (de mi madre).
Mi hermano suele ir allí a ensayar para sus clases del conservatorio (no molesta a los vecinos) y yo, el domingo, mientras caía la tarde, me he dado un paseo por las calles del pueblo aprovechando la tregua que nos ha dado el tiempo entre los diluvios.


La iglesia, situada en uno de los puntos más altos. Este es el primer lugar de encuentro y socialización de los habitantes del pueblo y visitantes donde, en las fiestas los días 6 y 7 de agosto, acudíamos con las mejores galas. La verdad es que su acceso está muy arreglado desde hace un par de años, pero eran muy graciosas las caídas que nos ganábamos de pequeños bajando a toda pastilla por la cuesta sin asfaltar, menos mal. Por detrás estaba el "frontón" y durante mucho tiempo hubo también una canasta de baloncesto.


La cruz en la Cañada Real. Con uno de los remolques que aún están en servicio. Por ese camino iba con mis primos a recoger moras con la bicicleta cuando se iba el verano, pero en estas fechas hay que sortear el barro y los charcos que dejan los surcos de tractor.


Un gato observa a varios niños que juegan al balón. Parece mentira, pero en un pueblo de no más de cien habitantes durante el invierno, no sé si un tercio son niños, pero que lo visiten asiduamente...sí.


La plaza y su decoración. El segundo punto de encuentro. Lo que más me llama la atención son las tres farolas a cada lado del recinto de la plaza, era raro verlas a las tres luciendo a la vez porque, cuando te acercabas o la tocabas mínimamente ya se había fundido una, aleatoriamente. Creo recordar que aún es así...


El punto de encuentro por excelencia. El bar de Zoilo. Los helados de verano siempre saben más ricos en el bar de Zoilo, pero no es esa la característica del Bar Central, sino su exquisito Churrasco que está para chuparse los dedos. Si yo fuera tú me pasaría por allí un sábado por la noche a cenar, eso sí, coge sitio rápido.


Vista del pueblo desde el Teso. Las chimenas pertenecen a las bodegas porque la mayor parte se encuentran en esta zona del pueblo. El Teso nos daba la vida en el sentido de que era el único lugar donde podíamos pillar cobertura años atrás y, aprovechando las visitas al Teso para llamar por teléfono, quedábamos unos cuantos a una hora determinada, subíamos hasta allí arriba y pasábamos horas enteras charlando o intentando pillar estrellas fugaces, incluso por las noches donde ni siquiera llegaba la luz de las ténues farolas.


Podría mostrar hasta setenta fotos más enseñandoos cada calle y cada rincón que, para mí, tienen mucho significado, pero podemos hacer un trato: os dejo con un poquito de intriga y ahora simplemente tenéis que hacer una cosa: ¡visitarlo!



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