jueves, 8 de abril de 2010

La importancia de las mayores tonterías

Ya lo decía Da Vinci. Nuestras mayores tonterías pueden ser las más inteligentes.
Sin embargo, nunca se me hubiera ocurrido pensar que algo idiota podría tener buenas repercusiones porque, normalmente, hacer tonterías de las que puedes arrepentirte significa, por ejemplo, prender fuego a tu casa de forma intencionada en un ataque de estrés repentino, conducir después de salir de copas siendo tú el borracho de turno, suicidarte, despertar con un ogro al lado sin acordarse de lo ocurrido horas antes, dejar el trabajo o la carrera, casarse con la persona equivocada, creer en algún político, no tomar precauciones y quedarte embarazada sin quererlo, dejar de luchar por quien quieres, ser infiel, tirar piedras a la gente...
Hay muchas.
Pero otras pueden ser el puente para darte cuenta de que, antes de hacerlas, estabas viviendo en una tontería constante de vida.
Y las más importantes suelen ser además las que parecen insignificantes. Si habéis visto la película Slumdog Millionaire, el concursante de "¿Quieres ser millonario?" no conocía las respuestas por ciencia infusa sino que, a raíz de lo que le había sucedido en su vida, fue capaz de atar cabos para deducir cuál sería la opción correcta.
Con esto quiero decir que, pase lo que pase en nuestras vidas, aunque parezca una bobada, puede servirnos para aprovecharlo en un futuro y aprender de ello.
Yo siempre he sido una persona bastante despistada (con lo que no tengo entre manos) y por eso, mis despistes han hecho que me sucedan situaciones bastante tontas.




Recuerdo una tarde de agosto de hace más de cuatro años. Cuando iba a mi pueblo me olvidé en el autobús una mochila con mis objetos personales y depués de darme cuenta y contactar con la empresa de transportes, la mochila había volado durante el viaje al resto de pueblos de la comarca. A mí no se me ocurrió otra cosa que salir a buscarla en coche con Diego, Raquel y Ángela, que aún no sé cómo se prestaron a esta locura.
Nos recorrimos todos los pueblos de la línea de autobús (no son muy grandes y además siempre hay mirones que conocen de sobra quienes van y vienen) para encontrar a los ladrones; y ya en el último, perdiendo la esperanza, nos hablaron de dos personas que habían bajado y que vivían en una casa alejada del núcleo urbano.
Esa casa estaba en mitad del bosque. Daba miedo.
Poco después de interrogatorios y mentiras por nuestra parte (les contamos que la Guardia Civil venía con nosotros) descubrí que eran ellos quienes me habían robado la mochila. Me la devolvieron, pero, con cara de desearnos matar, nos dijeron que no volviésemos a ese lugar. Creo que aún seguimos amenazados, aunque orgullosos.

Hoy en día sé perfectamente dónde esta ese lugar, pero ninguno de los cuatro hemos vuelto, no sé si por miedo o por falta de oportunidad, pero de esa aventura que para mí, en frío, fue una auténtica tontería, también pude aprender que hay que tener cuidado al buscar una aguja en un pajar.
Porque puede que aparezca.



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2 comentarios:

  1. jajajaja yo tb pienso que de las experiencias malas siempre sacas algo bueno...la vida te enseña a base de palos, aunque algunos sean duros, pero al menos esos pequeños palos te demuestran los muros que puedes encontrarte mas tarde
    :)

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  2. Ojalá sea así...
    Ces.

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